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Infancia Misionera en Cascas

El nuevo grupo de infancia misionera de la parroquia de San Gabriel de Cascas, se preparan para ejercer de monaguillos y amenizar con los cantos las Eucaristías, el pasado domingo animaron la misa y cantaron por primera vez con mucho entusiasmo y responsabilidad.

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Encuentro de promoción vocacional en Chota

Durante la semana del 10 al 14 de junio las Hermanas Amada y Neida están realizando unas jornadas vocacionales en seis colegios de la zona de Chalamarca - Chota: El Verde, Masintranca, Numbral, Wararitana y Llucmar, todos en la provincia de Chota en el departamento de Cajamaca. Se trabajan temas de conocimiento personal, con mucha inquietud y buena acogida por parte de los jóvenes. Los encuentros tienen lugar en los colegios, con buena disposición por parte de directores y profesores y el último encuentro se desarrollará en la calle, estando programado volver para el mes de septiembre.

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Convivencias en Chitré 2019

El domingo 9 de junio día grande para nuestra Iglesia, celebramos en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario la convivencia familiar con los niños de pre y comunión respectivamente, en la que participaron no solo los padres de los niños sino hermanos, primos y abuelos. Es una gran alegría que nos brinda el poder dar a las familias estos espacios que muchas veces por tantas distracciones se pierden, este fue un espacio de oración, dinámicas y juegos que iban desde destreza motora, rapidez, equilibrio pero sobre todo mucha diversión.

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Pentecostés. Encuentro para la renovación de la Congregación.

Convivencias en los pueblos de la Sierra de Cádiz

Las Hermanas de la comunidad de Arcos de la Frontera (Cádiz) han finalizado el curso pastoral en las parroquias de Arcos, Algar y Bornos, con unas convivencias en las que han participado los niños y niñas de la catequesis de primera comunión y post comunión.

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Reflexiones mes de mayo día 31

Día 31 María, madre para siempre María que conservaba todas las palabras y gestos de Jesús en su corazón tenía bien presente el último encargo de su Hijo en la Cruz «Ahí tienes a tu(s) hijo(s)». Los discípulos conocían también esa última voluntad de su maestro. Y desde esta conciencia común, María ocupaba su lugar en el grupo, miembro de la comunidad como Madre. Así ejerce este ministe­rio único en una triple dimensión: como Animadora de la plegaria. María en estos momentos es el eco más limpio de las palabras de Jesús, la que las recordaba con mayor lucidez. «Sin Mí no podéis hacer nada... Os enviaré el Espíritu Santo». Ella era la única que había tenido esta experiencia excepcio­nal del Espíritu en Nazaret; los discípulos no sabían qué era eso, lo entenderían después. La presencia de María en nuestras comunidades nos recuerda constantemente la necesaria actitud contemplativa, oyente, acogedora del Espíritu. Como Animadora de la comunidad. Se trata de la consolida­ción de la conciencia de hijos de un mismo Padre, que habían descubierto por la Resurrección. Una madre es elemento fundamental en la formación de su hijo. Así María ejerce su ministerio en nuestras comunidades. Como Animadora de la esperanza. Seguramente los discípu­los estarían rodeados de dudas e interrogantes ante el futuro. «Id por todo el mundo...» y miedos y dudas. Posiblemente María les contaría que también ella tuvo que preguntarle al ángel «¿Cómo será eso?» María es la única persona de las que están en el Cenáculo que tiene experiencia directa de la presencia y de la fuerza del Espíritu Santo. Ella, en Nazaret experimentó que una nueva vida nacía en su seno por obra del Espíritu. Después oyó hablar a su Hijo del Espíritu y según dice el Evangelio, iba escuchan­do, revolviendo en su corazón todas las palabras y gestos de su hijo y en la oscuridad iba compren­diendo. Jesús les había prometido a sus discípulos una segunda venida del Espíritu; sólo María podía vislumbrar algo sin saber nada concreto. En el Cenáculo ella reúne, anima y acompaña a los discípulos. Desde el día de Pentecostés María se convirtió en Madre de una multitud inmensa de todas las naciones, razas, pueblos y lenguas y adquirió una ciudadanía planetaria, para decir a sus hijos que éstas, antes o después están destinadas a desaparecer, porque la cruz representa la última línea de demarcación entre el cielo y la tierra, la frontera suprema, a través de la cual la historia humana entra en la divina y se convierte en la única historia de salvación. Por ella el Espíritu del Resucitado se comunicó a la comuni­dad. En la anunciación-visitación la venida del Espíritu engendra una mujer misionera, apóstol. Disponerse, acoger, salir. En Pentecostés, María preside la comunidad, el Espíritu trans­forma al grupo. Sale a la calle a proclamar a Jesús resucita­do, como en su Visitación. Enseña a orar orando, enseña a amar sirviendo. No hay palabras ni consejos, hay hechos. Acude a su prima Isabel por propia necesidad, está atenta a las necesi­dades de los novios en Caná; está silenciosa al pie de la cruz. Amor servi­cial, atento, silencioso, sin límites. Enseña a creer creyen­do.

Dios te salve María… Oración: ¡Oh María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios en la dura realidad del Calvario. Te pedimos por los que sufren, dales consuelo y esperanza, a los oprimidos fuerza y valor, a los marginados ansias de supera­ción, a los que no tienen paz que encuentren el sosiego necesa­rio para vivir dignamente y a nosotros ayúdanos siempre a superar nuestro dolor! Amén.

31º María Madre para siempre opt

Reflexiones mes de mayo día 30

Día 30 Todos perseveraban unidos en la oración con María la Madre de Jesús (Hch. 1, 14) La virgen de Nazaret no tuvo la vida fácil; la intensidad de su fe fue poco a poco desvelando las razones y el signo de su materni­dad proyectada continuamente sobre la hora del Calvario en corres­pondencia con las actuaciones y momentos de la vida de su Hijo. El último recuerdo de María queda recogido en los Hechos de los Apóstoles. María junto a los discípulos de Jesús se dedica a la oración y se prepara, para acoger en comunidad al Espíritu de Dios. Participa en la vida de los primeros cristia­nos. Es una vida alejada de la historia de los poderosos. Su tarea principal fue ser madre, educando a Jesús en el respeto y libertad y a madurar en el amor. Ella misma se convertirá en discípula de Jesús: le busca y le sigue, aprende de él y se deja enseñar por él. Es testigo de que Dios ha hecho en ella obras grandes. Precisamente porque no tuvo nada, no hizo nada importante, sólo dejó que Dios actuase en ella. El discípulo escucha al maestro, lo contempla como actúa y se comporta, lo imita obedeciéndole, sigue sus pasos, perseve­ra fielmente al lado del maestro. Se establece una relación personal profunda. Contemplando la relación de María con su Hijo observa­mos un proceso maravilloso. Comienza por ser ella, la Madre del Jesús de Nazaret se va convirtiendo lentamen­te en discípula por su Hijo, para terminar siendo la Madre del resucitado y de toda la Iglesia. Somos peregrinos de la fe. Vamos buscando a Dios y sólo lo encontraremos si cerramos nuestros ojos y nos dejamos guiar por la mano de María: puerta de Dios, faro en el mar, llena de Dios, santa María... Ella que no conoció la caída, nos ayuda a mantener nuestros pasos firmes. María levanta su antorcha de la fe para alumbrar al pueblo caminante, peregrino y vacilante. Ella da seguridad a sus pasos. María causa de nuestra alegría. María es invocada como fuente de salvación, de miseri­cordia y de gracia.

Dios te salva María… Oración: ¡Oh María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios en nuestro caminar. Tú estás sobre las cumbres del Antiguo y Nuevo Testamento. Tú eres el horizonte que une los últimos rastros de la noche con los albores del día. Tú eres la aurora que precede al Sol de justicia. Tú eres la estrella de la mañana. Ayúdanos a construir la Iglesia en la que todos nos demos la mano como hermanos. Toda la Iglesia con fe eleva un clamor y tiene puestos los ojos en ti, Madre de Dios! Amén.

30º Todos perseveraban en la oración opt

Desayuno fraterno en Chitré

Cada año la Fraternidad laical San Agustín de Chitré, organiza un desayuno fraterno para apoyar a las vocaciones sacerdotales, este año el tema de fondo fue el proceso de beatificación de los Siervos de Dios P. Moisés Gonzáles, osa., que murió cuando iba a celebrar la Eucaristía y de Anita Moreno, laica que dedicó su vida a los enfermos en casa y hospitales de la región.

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Reflexiones mes de mayo día 29

Día 29 María espera la venida del Espíritu Santo Las discípulas también le siguieron en su peregrinar apostólico, aunque de ellas no dice nada la Escritura. Los evange­lios no nos relatan ninguna aparición específi­ca del Resucitado a su Madre. La que nunca dudó de la palabra de su Hijo, no era necesario que se la confirmara en la fe. No necesitaba María que se le apareciera Jesús, porque ella es la única que estuvo presente en su Resu­rrección. Los teólogos dicen que este acontecimiento no lo contempló ningún ojo humano, que tuvo lugar en las profundi­dades insondables del misterio y que no hubo ningún testigo de su verifica­ción histórica. Pero hay una excepción: María fue la única que pudo estar presente en esta peripecia suprema de la historia. Como fue la única que estuvo presente en el momento de la Encarnación del Verbo. Como fue la única que estuvo presente cuando salió del vientre virginal de carne. Del mismo modo pudo ser la única que estaba presente, cuando salió del vientre virginal de piedra, del sepulcro, «en el que todavía no había sido puesto nadie». Los demás fueron testigos del Resuci­tado, Ella lo fue de la Resurrección. Parece improbable que María no fuera una de las mujeres que de madrugada fueran al sepulcro. Resulta difícil imaginar que otras mujeres fueran y ella se quedara en casa. Parece lógico pensar que ella fue junto con las otras, la primera en experi­men­tar la nueva presencia del Resucitado. Entre el asombro y la alegría se cumple lo que había experi­mentado en el silencio de Nazaret «Hijo del Altísimo, su reino no tendrá fin, engrandece mi alma al Señor... La noticia hace saltar de alegría. Comuni­can la resurrección a los discípu­los «A mis herma­nos» es equivalente en María «a mis hijos», a decirles que todo es nuevo. María que contempla, María que transmi­te, María que reúne a su nueva familia, María que anima a sus nuevos hijos. María la mujer sencilla, pero con un corazón desbordante fue preservada del pecado. Desde la eternidad María fue amada, pensada y predestinada a ser un receptáculo perfecto para el Espíritu Santo. Por eso ella es desde siempre la Inmacu­lada Concepción. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, cuando el Padre decidió que había llegado el momento de enviar al Hijo y al Espíritu, nació María y en toda la historia ocupa un lugar central. María es llamada la nueva Eva, renovada por el espíritu de su hijo, mujer feliz al servicio de Dios, frente a la desgracia de Eva, víctima de su ambición «como dioses» abre un camino de felicidad a Dios con todas sus consecuencias. Mujer dócil a la voz del Espíritu, frente a la desobedien­cia de Eva de no respetar la palabra de Dios en el Edén, mujer atenta a la escucha de la palabra.  Mujer fuerte en la tribulación, frente a la debilidad de Eva de seguir los reclamos de la tentación, no se rinde ante la oscuridad de la fe, ante el rechazo del pueblo, ante el abandono de los discípulos, ante el sufrimiento de su Hijo, ante el fracaso de la cruz.  Mujer fiel hasta el final, frente a la infidelidad de Eva. Dos árboles: el del paraíso y la cruz; y dos mujeres: Eva y María, cara y cruz, luz y sombra de lo que es la felicidad. Después de la muerte de Jesús, los discípulos decepciona­dos y tristes vuelven a su lugar de origen, a su familia y a su trabajo. Pero María es la encargada de reunirlos otra vez para recibir juntos la promesa del Padre. En Pentecostés persevera en la oración implorando con sus ruegos el don del Espíritu Santo. Cuando la Iglesia iba a comenzar su misión de anuncio y testimonio de Cristo, cuando con la plenitud del Espíritu Santo recibido emprendería oficial y públicamente ante el mundo, su marcha evangelizadora entre las gentes, María oraba. Tampoco después de la ascensión María abandona la obra de su Hijo. Con igual estilo de «mujer» ayuda y compañera del hombre, con que asiste al nacimiento y muerte de Jesús, ruega ahora en cuanto madre e intercede maternalmente por la Iglesia de Pentecostés que iniciaba su historia. En el Cenáculo descubrimos el naci­miento de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, también por la fuerza del Espíritu Santo. En Nazaret y en el Cenáculo la misma postura de María, descrita en el Evangelio, esperando, acogien­do en actitud de oración. Con María, cumplido el plazo de la promesa se inauguran los tiempos nuevos de la salvación, siendo elegida desde siempre para que de ella y por ella, llevase a cabo Dios la obra maestra y principal de todas: la Encarnación de su Hijo y para ello era preciso que estuviera totalmente poseída por la gracia de Dios.

Dios te salve María…

29º María en el Cenáculo con los apóstoles  esperando al Espiritu opt

Reflexiones mes de mayo día 28

Día 28º Santa María del Cenáculo Contemplando a María de Nazaret descubrimos la Encarnación del Hijo de Dios por la fuerza del Espíritu Santo en el seno de la Virgen; contemplándola en el Cenáculo, descubrimos el nacimiento de la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo, también por la fuerza del Espíritu Santo. En Nazaret y en el Cenáculo la misma postura de María, descrita en el Evangelio que hemos escuchado: esperando, acogiendo en actitud de oración. María, que conservaba todas las palabras y gestos de Jesús en su corazón, tenía bien presente el último encargo de su Hijo en la Cruz: "Ahí tienes a tu(s) hijo(s)". Los discípulos conocían también esa "última voluntad" de su Amigo, Maestro y Señor. Y desde esta conciencia común María ocupaba "su" lugar en el grupo: miembro de la Comunidad como Madre. Así ejerce este ministerio único en una triple dimensión: animadora de la plegaria: María, en estos momentos, es el eco más limpio de las palabras de Jesús; la que las recordaba con mayor lucidez. "Sin Mí no podéis hacer nada... Os enviaré el Espíritu Santo". Ella era la única que había tenido esta experiencia excepcional del Espíritu en Nazaret; los discípulos no sabían qué era eso; lo entenderían después. La presencia de María en nuestras comunidades nos recuerda constantemente la necesaria actitud contemplativa, oyente, acogedora del Espíritu. No sólo como discípulos, sino como grupo de Jesús. animadora de la comunión: Se trata de la consolidación de la conciencia de Hijos de un mismo Padre que habían descubierto por la Resurrección. Una madre es elemento fundamental en la formación de la conciencia de su hijo. Así María ejerce su ministerio en nuestras comunidades. Su memoria, presente en los evangelios, forma realmente nuestra conciencia, nuestra manera de ser. animadora de la esperanza: seguramente los discípulos estarían rodeados de dudas e interrogantes ante el futuro. "Id por todo el mundo..." y miedos y dudas. Posiblemente María les contaría que también Ella tuvo que preguntarle al ángel:"¿Cómo será eso?". El relato de su confianza en el Espíritu era fuente de esperanza para los discípulos. María es la única persona de las que están en el Cenáculo que tiene experiencia directa de la presencia y de la fuerza del Espíritu Santo. Ella, en Nazaret, experimentó que una nueva vida nacía en su seno por obra del Espíritu. Después oyó hablar a su Hijo del Espíritu, y, según nos dice el Evangelio, iba escuchando, revolviendo en su corazón todas las palabras y gestos de su Hijo, y en la oscuridad iba comprendiendo. Jesús, les había prometido a sus discípulos una segunda venida del Espíritu; sólo María podía vislumbrar algo sin saber nada concreto. Para María, por tanto, venida del Espíritu, sugería nueva vida y nuevo nacimiento. Significaba espera activa, corazón abierto y atento, disponibilidad de espíritu. El seno de María fue el primer cenáculo donde se posó el Espíritu. Y la transformó. Desde estas categorías podemos deducir que para la Virgen, la venida del Espíritu sugería tres actitudes: acogida: Porque tanto en Nazaret como en el Cenáculo resalta la gratuidad del Don del Espíritu de Dios; no hay mérito humano alguno. Ante lo gratuito no hay derechos; sólo acogida y gratitud. Es la actitud de la oración verdadera. Poco tiempo antes, en la misma sala, todos habían sido testigos de otro gesto que no comprenderían en toda su dimensión hasta el día de Pentecostés: la institución de la Eucaristía. Por ella el Espíritu del Resucitado se comunicaría a la comunidad. transformación: en Nazaret ella fue transformada en Madre; ahora un grupo será transformado en comunidad, en cuerpo místico del mismo Señor. Y de la misma manera que el Espíritu dinamizó el crecimiento del niño Jesús en el seno de María, ahora el Espíritu se convierte en el principio vital de la comunidad. Misión: Y de la misma manera que el seno no es el término del niño, sino el ámbito desde donde se entra al mundo, así también en el Cenáculo se recibe la misión de salir a anunciar a todos que una nueva vida ha entrado en la esfera de la humanidad. Oración, comunión y misión vienen, por lo tanto, a condensar la experiencia del Cenáculo que nosotros, venerando también en cada Eucaristía, la presencia de María, podemos experimentar, si, como ellos, con espíritu de unidad, acogemos el Don del Espíritu. Dios te salve, María…

28º María en la Resurrección opt

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