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Reflexiones mes de mayo día 27

Día 27º María en la Resurrección del Señor Los evangelios no nos relatan ninguna aparición específica del Resucitado a su Madre; quizás la explicación sea que no fuere necesario. La que nunca dudó de la palabra de su Hijo, no era necesario que se la confirmara en la fe. Con todo, humanamente parece improbable que María no fuera una de las mujeres que "de madrugada fueran al sepulcro". Me resulta difícil imaginar que otras mujeres fueran y ella, amiga suya, se quedara en casa. Por tanto, me parece lógico pensar que ella fue, junto con las otras, la primera en experimentar la nueva presencia del Resucitado. Así podemos penetrar en su experiencia. Entre el asombro y la alegría. Es un estado de ánimo que expresa lo inefable. Comprensión del misterio de Cristo. Referencia a la Anunciación. Se cumple lo que había experimentado hace unos treinta años en el silencio de Nazaret. "Hijo del Altísimo, su reino no tendrá fin, engrandece mi alma al Señor... hay motivos para esperanza de los pobres... la historia ha encontrado su cauce definitivo... Proclamar -noticia que hace saltar de alegría- la Resurrección a los discípulos. "A mis hermanos" es equivalente en María "a mis hijos". Ha decirles que ha empezado "todo es nuevo". María que contempla, María que transmite, María que reúne a su nueva familia, María que anima a su nuevos hijos. El que transformó el agua en vino, el que multi­plicó los panes, el que convirtió el pan y el vino en su Cuerpo y su Sangre, ahora va a transformar un discípulo en hermano, en hijo de su misma madre, y va a transformar a una mujer, su Madre, en madre de todos sus discípulos.

Dios te salve, María… Oración:¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios en nuestro caminar. Tú estás sobre las cumbres del Antiguo y Nuevo Testamento. Tú eres el horizonte que une los últimos rastros de la noche con los albores del día. Tú eres la aurora que precede al Sol de justicia. Tú eres la estrella de la mañana. Ayúdanos a construir la Iglesia en la que todos nos demos la mano como hermanos. Toda la Iglesia con fe eleva un clamor y tiene puestos los ojos en ti, Madre de Dios! Amén.

27º María espera la resurrección de su Hijo opt

Reflexiones mes de mayo día 26

Día 26º Junto a la cruz estaba su madre (Jn 19, 25-27) Si los personajes del evangelio hubieran tenido un cuentakilómetros incorporado, probablemente ocuparía María el primer puesto en la lista de los caminantes. Como Jesús, (el camino) no figura en esa lista, el líder de las peregri­naciones evangélicas es indiscutiblemente María. Viaje de ida y vuelta desde Nazaret hacia la montaña de Judá para estar con su prima. Viaje hasta Belén. Desde aquí, a Jerusalén para la presentación en el Templo. Expatriación clandestina a Egipto. Retorno cauto a Judea, con permiso de entrada facilitado por el ángel del Señor. Y de nuevo a Nazaret. Peregrina­ción a Jerusa­lén con un descuento por ir en comitiva y recorrido doble con excursión por la ciudad en busca de Jesús. Entre el gentío buscándolo en sus recorridos por las aldeas de Galilea, tal vez acariciando la idea de hacerle volver a casa. Finalmente por los senderos del Calvario, al pie de la cruz, donde más que la petrifica­ción del dolor por una carrera fallida, expresa la inmovilidad estatuaria de quien espera en el podio el premio de la victoria. Siempre en camino, además en subida. Desde que se dirigió presurosa a la montaña hasta el día del Gólgota, o mejor hasta el crepúsculo de la ascensión, cuando ella y los apóstoles, «subieron a la estancia de arriba» para esperar al Espíritu, sus pasos tienen siempre la cadencia del afán de las alturas. Eran las fiestas de Pascua y Jerusalén estaba a rebosar de gentes venidas de todos los lugares del país. La situación de María es bien distinta. En el camino hacia Jerusalén suponemos que María le siguió. Ella no ha venido a la fiesta, sino a algo bien distinto: la sentencia y muerte de su Hijo. Ella espera el desarrollo de los aconteci­mientos y el desenlace fatal. No sabemos si está sentada a la mesa pascual entre los amigos de si hijo. Ella nunca vivió ajena a los grandes acontecimientos de su hijo, aunque estuviera en un segundo plano. Jesús sentado a la mesa tomaría en sus manos el pan que su misma madre habría amasado poco antes con cariño y dejado preparado con cuidado para la cena sobre la mesa cubierta por un mantel blanco. En el momento de instituir el pan y vino compartidos ella estaría en la retaguardia, permaneciendo atenta en todo momento para que no faltase nada. Ella sabe de atencio­nes y detalles. Al pie de la cruz culmina la Anunciación. Ahí también Dios le anuncia que va a ser madre, María acoge al nuevo hijo: el discípulo Juan. Los dos forman la nueva comunidad. Junto a la cruz estaba su madre y Jesús casi sin fuerzas la mira y la encomienda a Juan. En aquella hora límite y solemne de la redención Jesús confía su madre al discípulo, es decir, a cada uno de los hombres y mujeres repre­sentados por Juan. No en vano ella recorrió todas las estaciones de la difícil andadura mesiánica de su Hijo y es parte de su misterio. Aquella mujer de la Anunciación, llena de gracia que se somete a la obedien­cia de la fe y creyendo concibe a Cristo en el corazón antes que en su seno, es ahora reconocida como madre de todos los hombres. Vamos a situarnos en la última escena, lo que María ve y oye en silencio: las burlas de los fariseos, la saña de los soldados, el abandono de los amigos excepto Juan, el silencio de Dios. ¿Es el senti­miento de un final trágico? ¿El hundimiento de todas las esperanzas compartidas con su Hijo? La cruz es para María la experiencia de la situación límite de su existencia. Una madre herida por la espada anunciada, abatida por el dolor ante un hijo que es conducido al lugar del martirio. Una madre que soporta con valentía el trago amargo de la cobardía de los hombres y observa a su hijo roto y cosido por los clavos a un madero. Ella guarda silencio porque el dolor le impide expresarse. Junto a la cruz de Jesús estaba ella. Era normal que fuera así y que estuviera interiormente deshecha. Una espada te atravesará el corazón. Lo que no parecía tan normal es que ella estuviera de pie, junto a la cruz, serena y fuerte, cuando «todos sus conocidos y las mujeres que le habían seguido desde Galilea» estaban a distancia y miraban desde lejos. La actitud de María junto a la cruz era la de quien comparte, ofrece y espera. Iba comprendien­do ahora que Jesús debía estar en las cosas de su Padre y que para esa hora había venido precisamen­te al mundo. Al pie de la Cruz transparenta el color de la amistad fiel. Y los tonos femeninos serían la fortaleza silenciosa ante el sufrimiento. Su silencio es palabra de fidelidad inquebrantable a su compromiso de Madre. Su silencio es acogida sin condiciones de los nuevos hermanos de su Hijo. Esas son las obras grandes que "Dios ha hecho en Mi" y que son la fuente de mi alegría y mi esperanza. María como Madre, ve, contempla y sufre los mismos clavos que cruzaron las manos y pies de su Hijo. Siente el dolor profundo de la corona en su corazón de Madre. Y llegamos al final. En vez de un trono, una cruz; en vez de Hijo del Altísimo «Por qué me has abandonado»; en vez de salvador, ajusticiado. Y ella en vez de «el Señor está contigo», dramáticamente sola. Y ante la soledad hágase en mí según tu palabra. Y llegamos al final; en vez de un trono, una cruz; en vez de Hijo del Altísimo, "Por qué me has abandonado"; en vez de salvador, ajusticiado. Y ella, en vez del "Señor está contigo", dramáticamente sola. Y ante la soledad, hágase en mi según tu palabra"

Dios te salve, María… Oración: ¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios en la dura realidad del Calvario. Te pedimos por los que sufren, dales consuelo y esperanza, a los oprimidos fuerza y valor, a los marginados ansias de supera­ción, a los que no tienen paz que encuentren el sosiego necesa­rio para vivir dignamente y a nosotros ayúdanos siempre a superar nuestro dolor! Amén.

26º Junto a la cruz de Jesús estaba su madre opt

Reflexiones mes de mayo día 25

Día 25º Tomad y comed… esto es mi cuerpo (Mt 26, 26) Leyendo el relato de la Última Cena y las palabras sencillas y transcendentes sobre el pan: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo” pensando en ellas viene a la mente la pregunta: ¿quién prepararía este pan? ¿quién amasaría y cocería el pan que Jesús tomó en sus manos? Los Evangelios no dicen nada, ni siquiera dan pie a pensar en determinada persona, pero parece evidente que quien tuvo que prepararlo fue María. María tuvo que preparar ese Jueves el pan que luego se consumió por la tarde y que Jesús convirtió en pan de vida. Al fin y al cabo no hizo otra cosa que lo que treinta y tres años había hecho. Entonces también preparó el Pan de Vida para que todos pudiéramos comerlo. Tomó de su misma harina y con un poco de levadura de Dios, lo amasó con cariño, lo coció en su interior y cuando ya estuvo dispuesto nos lo ofreció como pan caliente y tierno. Pan de Vida y Salvación. La encarnación fue posible porque María dijo Sí. La Redención fue posible porque María dijo: “Aquí está la esclava del Señor” Sn el pan pascual del Jueves Santo preparado por las manos de María, no se habría podido celebrar la primera Eucaristía. 

Dios te salve María… Oración: ¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios y ser fuertes en las dificultades. Ahora que tienes en los brazos al Dios Redentor muerto, los hombres y mujeres que vivimos desterrados en este valle de lágrimas te pedimos que enjugues nuestras lágrimas, a los que perdidos te buscamos y da fuerza a nuestros pies cansados, muéstranos el camino de nuestro destierro y danos la paz, consuelo de los que lloran. En la hora de la muerte como hiciste con Jesús, párate junto a nuestra soledad, vigila nuestras agonías, no te vayas de nuestro lado. Danos tu mano en la última línea que separa el destierro de la patria! Amén.

25º Tomad y comed opt

Reflexiones mes de mayo día 24

Día 24º María, hija predilecta de IsraelContemplar a María como la "hija predilecta de Israel", es contemplar la encarnación de 40 siglos de historia del Antiguo Testamento en su más bella pureza. Desde aquel lejano día en que Dios le propuso a Abrahán que dejara su tierra hasta el anuncio del Bautista. 4000 años de historia siempre en función de una esperanza: la llegada del Mesías. Esta contemplación sería incompleta si a la vez no la contempláramos como la "Madre del nuevo Israel", del nuevo pueblo de Dios. Ella se encuentra en el punto de intersección que recoge toda la tradición del Antiguo Testamento y hace posible la aurora del Nuevo Testamento. La "descendencia" prometida a Abrahán, la "liberación" iniciada por Moisés, el nuevo Reino vaticinado por los profetas, tiene su cumplimiento "en la humilde hija de Sión". Ella representa la fe del pueblo en un Dios que ha sellado con un pacto la Alianza de fidelidad. Un Dios, que, por muchas y grandes que sean las infidelidades de su pueblo, jamás le abandonará. María conserva esta fe en un ambiente contaminado por la ideología de unos fariseos. María representa la esperanza de un pueblo en un Mesías prometido. Mientras los diversos grupos religiosos de Israel forjaban la imagen de ese Mesías según sus intereses particulares, María espera el Mesías en la más absoluta disponibilidad. Ella cree en el amor de la Alianza, en el amor de la misericordia; ella lo espera todo del amor de la alianza, del amor de la misericordia. Así, en ella, fe, esperanza y amor se funden en una actitud religiosa fecunda, que la transforma de hija de Sión, en Madre de Cristo y de la Iglesia. Sin embargo, lo que diversifica los grupos dentro del mismo Israel es la preconcepción que hacen del modelo de Mesías que esperan; así unos lo identifican con un Mesías de tipo político, otros como un nuevo Moisés... Como un grupo más existe uno que identifican como el "Resto de Israel" o los "pobres de Yavé" que tiene su origen durante el destierro en Babilonia. Allí no contaban con ningún apoyo social, sus derechos no eran reconocidos, no tenían fuerza económica ni política. Y, con todo, desde esta pobreza mantenían viva su esperanza en Dios. Las principales características de su espiritualidad eran: María pertenece a este grupo de "pobres de Yavhé"; por ello es modelo de fe. En el Magnificat ella misma lo proclama; Dios ha "mirado la humillación de su esclava". Así su esperanza nace de su pobreza; no solo en sentido material. Sino en el sentido de que carece de todo apoyo humano y social y por ello deposita toda su confianza en Dios. Su esperanza nace de su apertura a Dios. Espera el Mesías, sin prejuicios. En la Anunciación muestra su sorpresa. No entiende. Su esperanza nace de su entrega a la Voluntad de Dios. Hágase en mi según tu palabra. Y toda su vida será una adhesión a la Voluntad de Dios en oscuridad de su fe. Por ello se mantiene de pie junto a la cruz de su Hijo, esperando el Mesías.

Dios te salve, María…

24º María hija predilecta de Israel opt

Festividad de Santa Rita 2019

El 22 de mayo todas las comunidades de la Congregación celebramos la festividad de Santa Rita de Casia. El pueblo de Andratx participó del Rosario y de la Eucaristía más de un centenar de personas. Al finalizar se repartieron las rosas y se tuvo un pequeño ágape entre los asistentes.

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Reflexiones mes de mayo día 23

Día 23º Haced lo que él os diga (Jn 2, 5) Ahora descubrimos de una forma sorprendente a María, la mujer que sabe estar siempre en el lugar que le toca, que sabe vivir pendiente de todo, sabe vivir “atenta” en la vida a los problemas ajenos. Desde el silencio y la observación descubre una necesidad urgente y dice a Jesús: no tienen vino. María simplemente constata una realidad y se la expone a Jesús. En Caná de Galilea transparenta el amor como respuesta a las necesidades concretas. Es sensible a los detalles y necesidades del entorno. No es un amor pasivo, sino que hace lo que puede, y lo convierte en intercesión, discreta pero cargada de exigencia: "No tienen vino". Organiza las condiciones para que se haga el milagro. Manda sin coaccionar: "Haced lo que Él os diga". Y desaparece de la escena. Siendo como el alma del acontecimiento, los protagonistas son los otros. Es el estilo exquisito del amor. Jesús empezó a manifestar su gloria y los discípulos empezaron a creer; gracias a María la Iglesia hace su primer acto de adhesión a Cristo. Con este relato nos presenta San Juan la entrada de Jesús en la vida pública. Está presente el pueblo, unos esposos, los discípulos, María y Jesús. Pueblo, comunidad incipiente de Jesús y Jesús mismo. El signo: una boda. San Lucas presentará a Jesús como el Enviado a dar la Buena Noticia a los pobres. San Juan nos presenta a Jesús como el Enviado a evangelizar el amor humano. En este ambiente aparece el vino como signo del amor humano. El vino es signo de fiesta, de gratuidad, de gozo. Pero el vino se acaba. El amor entra en crisis. Sólo queda agua; la convivencia pierde el sabor y el color. La fiesta queda reducida a rutina, monotonía, apatía, aburrimiento. En este momento entra María en escena. Ella, por sí sola no puede cambiar la realidad; pero puede hacer que Cristo intervenga. Y María desencadena el dinamismo de transformación: Obedecer la Palabra de su hijo y esfuerzo humano por llenar de agua las tinajas. Los dos caminos para rejuvenecer el amor e invertir su tendencia: el vino resulta mejor. El amor que había tomada la pendiente de la rutina, recupera y supera el gusto anterior. Todos los milagros son signos. Por eso Jesús realiza este primer milagro, no para sacar simplemente del apuro a los recién casados, sino para decirnos algo, para comunicarnos algo importante. Las palabras de María han sido pronunciadas con mucha fe y será ella quien diga la última palabra: “Haced lo que Él os diga” Y ¿quién se resiste a las palabras, a las súplicas de una madre cuando las dice desde la confianza y el amor a su Hijo? ¿quién puede negarse al amor de una madre? Ella estuvo presente en el momento de este milagro, como también está en el momento que celebramos la Eucaristía. María no puede estar ausente en estos momentos tan trascendentales de su Hijo y de sus hijos. María al decir a su Hijo: Jesús, no tienen vino, se lo decía poniendo toda su confianza en Él. Y cuando su súplica es respondida con “Aún no es mi hora” ella no se desanima porque confía en su Hijo y salen de su boca esas palabras que implican esperanza y credibilidad, confianza y amor al hijo que ama en plenitud y siempre: Haced lo que él os diga y Jesús mirándola a los ojos y dejando florecer una sonrisa en sus labios pensaría: ¡Qué vamos a hacer! Y gracias al ruego de María el milagro se pudo llevar a cabo. Las palabras claves son: Haced lo que él os diga. Esta ha sido la frase capaz de transformar en una fiesta, la tristeza en gozo. 

Dios te salve María…

23º Haced lo que él os diga opt

Reflexiones mes de mayo día 22

Día 22º Hubo una boda… y la madre de Jesús estaba allí (Jn 2, 1) El costumbrismo judaico exigía que la celebración de las bodas, se prolongaran durante una semana. Se invitaba a amigos y allegados, cuya atención corría a cargo de los anfitriones. No es pues, extraño que la madre de Jesús fuese invitada. Y allí coincidió con su hijo Jesús, a quien acompa­ñaban algunos discípulos. Dada la duración de los festejos, el vino llegó a faltar y es entonces cuando María entra en acción. María está pen­diente de todo, está atenta a los problemas ajenos. Faltando el vino Jesús ordena a los criados que llenen las ánforas de agua para salvar del ridículo a los novios. A través de los Evangelios descubri­mos a María en actitud de oyente de la Palabra y de acogida en la fe. Sigue paso a paso la historia de su Hijo, compartiendo sus inquietudes y su sacrificio. Con el Hágase en mi según tu palabra se pone confiadamente en manos del Señor, consagrán­dose por entero a la persona y obra de su Hijo. María se abandona a los designios de Dios y en su entrega obediente hecha acogida. En el hágase marca el rumbo del nuevo peregri­nar por la andadura de la fe. María debe superar de continuo las tinieblas y oscuridades que envuelven el misterio de su vida. San Juan en el capítulo segundo, nos presenta el comienzo de su misión en el mundo. El que se hizo hombre como nosotros, empezará a manifestar el Dios que lleva dentro, el Dios que Es. Como un sol oculto en las entrañas de la tierra que empieza a irradiar luz, calor y color. Y si hizo su entrada en el mundo, como nos narran los sinópticos, de mano de la Virgen, San Juan que también inauguró su misión acompañado y de manos de la misma Virgen, su Madre. De esta manera Caná de Galilea, punto de referencia para contemplar la misión de Jesús en el mundo, es también punto de referencia para comprender la misión de María en el mundo. También ella inicia su misión, asociada a su Hijo. Amor que, atento, intuye las necesidades de los hombres. No se trata de la intuición intelectual sino de la visión del corazón, que brota del instinto maternal. Como si la energía del amor entrañable se convirtiera en luz que hace ver lo que los ojos de la inteligencia no ven. Amor que, solidario, intercede. Las primeras palabras de la Virgen se dirigen a su Hijo. "No tienen vino". Consciente de que no es ella la Redentora, pero también consciente de que lo que pasa a los hombres es cosa suya expone claramente a su Hijo el problema. Es el modelo de oración que brota de la solidaridad y de la conciencia de la propia limitación. Amor que, confiado, manda. Pero con una autoridad especial. La de quien practica lo que dice. Porque ella dijo "Hágase en Mi lo que Dios dice", está ahora autorizada para decirnos "haced también vosotros lo que Él dice". De esta forma el comienzo de la misión de Jesús coincide con el momento de lo que podríamos llamar la segunda fase de la Encarnación de Jesús en la comunidad cristiana. "Los discípulos creyeron más en Él". Así María, aparece ya desde el principio como servidora de Cristo y servidora de la Iglesia. A Cristo le dice: "No les queda vino", a los sirvientes: "haced lo que Él os diga". Así se describe su ministerio maternal que continúa ejerciendo desde el cielo: orar y conducir a la iglesia a la inteligencia profunda de la Palabra de su Hijo.

Dios te salve, María…

22º Hubo una boda en Caná opt

Reflexiones mes de mayo día 21

Día 21º María en la vida pública de Jesús (Mt 4, 12-17) Un día su Jesús irrumpe en la vida pública. Pero el Mesías que encarna, el mensaje que predica no cuadra con el Mesías que se esperaba. Dice que es como un esclavo que ha venido a servir, que en vez de reinar lo van a matar... Ante lo inesperado, "hágase en mí según tu palabra". Durante treinta años llevó Jesús una vida oculta de sumisión y aceptación a María y a José. Presencia continuada y maternal de María que sigue de cerca los pasos del Hijo en sus peregrinaciones apostólicas, para culminar junto a la cruz cuando es proclamada Madre espiritual de los hombres. La Sagrada Escritura nos presenta a María constantemente apartada en el recorrido de su Hijo, unida a sus actuaciones y participan­do de su suerte. Como madre siguió la andadura de la trayecto­ria humana de Jesús con presencia de permanente intimidad con el misterio de su Hijo. María ocupa su puesto, basta contemplarla oculta en Nazaret, presente discretamente en los momentos decisivos de su Hijo: Caná y la Cruz. María aparece significativamente con presencia activa, llena de sentido durante las nupcias de Caná de Galilea y después en el decurso de la predicación de su Hijo en que proclama bienaventura­dos los que oían y guardaban la Palabra de Dios, como ella lo hacía fielmente. Según el cuarto Evange­lio el ministerio público de Jesús se encuadra entre las nupcias de Caná y la crucifixión, dos escenas en las que María es interpela­da por Jesús con el nombre de «mujer», la cruz rubricará luego el alcance del sacrificio de la hora anunciada, cumbre de la vida de Jesús, ofrendada en presencia de la Madre que está allí en actitud oferente de colaborar al cumplimiento de la voluntad salvífica del Padre.

Dios te salve, María… Oración: ¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios con el silencio con que dejaste marchar a tu Hijo que comenzaba su vida pública, ayúdanos a decirte que no estás sola, que te queremos, que venimos a contarte nuestras cosas, venimos para verte sonreír, porque necesitamos tu sonrisa para caminar alegres! Amén.

21º María en la vida pública de Jesús opt

Reflexiones mes de mayo día 20

Día 20º El niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres (Lc 2, 43) Al cabo de unos años en el exilio, regresan a su tierra y se instalan en Nazaret. Y el que era Hijo del Altísi­mo, rey de Israel, Salvador del pueblo, empieza a trabajar en el taller de su padre. Días, semanas y años sin ningún signo de verificación de lo que le había dicho el ángel. Dios calla. Ante el silencio de Dios, hágase en mí según tu palabra. Nazaret es escuela de vida. Y aquí resalta el clima de silencio, componente necesario para la maduración y para el crecimiento. El niño crecía en edad y gracia y María estaba atenta a todo conserván­dolo en su corazón, dedica tiempo al silencio. Es ese tiempo de asimilación en el que la palabra se convierte en experiencia y en vida. Nazaret es para María el tiempo en que se convierte de Madre en discípula. Enseña y aprende, aprende a ser. En el silencio brillan con luz inusitada las intuiciones, se saborea la presencia del amor, se descubre uno a sí mismo con nuevos horizontes. En Nazaret no resalta el hacer, sino el aprender a ser, no resalta el hablar, sino el silencio; no resalta lo extraordinario, sino lo cotidiano extraordi­nariamente bien hecho; no resalta la prisa, sino la paciencia; no resalta la cantidad, sino la calidad de vida. María aparece sólo en silencio, acompañando a sus parientes en la búsqueda de Jesús. Deja partir a su hijo para que realice su propia vida y su misión. Colabora y participa en silencio en el apostolado de Jesús. Son contadas las alusiones en el Evangelio a la presencia de la Madre de Jesús durante su vida pública de apostolado y evangelización. Proximidad y distancia, confluencia de motivacio­nes personales y separación afectiva, relacionada esta última con la hora grande del misterio salvífico. El alejamiento del Hijo empeñado en el anuncio es como una continuada reiteración de la dolorosa experiencia sufrida por María cuando a la edad de 12 años Jesús se queda en Jerusalén «ocupado en las cosas que pertenecían a su Padre». A partir de este momento público de Jesús la vida de ambos cobra un claro e inconfundible matiz sacrificial. Cristo predicando su palabra de redención por la cruz y María que vive intensamente en la soledad de su renuncia y donación, de sus sentimientos cada instante que de continuo los acerca a la hora cumbre del Calvario. La actuación y presencia de María en las dos únicas ocasiones en que se encuentra junto al Hijo a lo largo del ejercicio público de su ministerio.

Dios te salve María… Oración:¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios con el silencio con que dejaste marchar a tu Hijo que comenzaba su vida pública, ayúdanos a decirte que no estás sola, que te queremos, que venimos a contarte nuestras cosas, venimos para verte sonreír, porque necesitamos tu sonrisa para caminar alegres! Amén.

20º El niño perdido y hallado en el Templo opt

Reflexiones mes de mayo día 19

Día 19º Conservaba todo meditándolo en su interior (Lc 2, 19 Al cabo de unos años en el exilio regresan a su tierra; se instalan en Nazaret. Y el que era Hijo del Altísimo, rey de Israel, Salvador del pueblo, empieza a trabajar en el taller de su padre. Días, semanas y años sin ningún signo de verificación de lo que le había dicho el ángel. Dios calla. Ante el silencio de Dios, "hágase en mi según tu palabra". Hasta que un día Jesús irrumpe en la vida pública, pero el Mesías que encarna, el mensaje que predica no cuadra con el Mesías que se esperaba. Dios que es como un esclavo que ha venido a servir, que en vez de reinar lo van a matar. Ante lo inesperado, hágase en mí según tu palabra. Y aquí resalta el clima de silencio, componente necesario para la maduración y para el crecimiento. El niño crecía en edad y gracia y María estaba atenta a todo conserván­dolo en su corazón, dedica tiempo al silencio. Es ese tiempo de asimilación en el que la palabra se convierte en experiencia y en vida. Nazaret es para María el tiempo en que se convierte de Madre en discípula. Enseña y aprende. En el silencio brillan con luz inusitada las intuiciones, se saborea la presencia del amor, se descubre uno a sí mismo con nuevos horizontes. En Nazaret no resalta el hacer, sino el aprender a ser, no resalta el hablar, sino el silencio; no resalta lo extraordinario, sino lo cotidiano extraordi­nariamente bien hecho; no resalta la prisa, sino la paciencia; no resalta la cantidad, sino la calidad de vida. Como madre del Niño empieza por enseñarle y a los 12 años comienza a escucharle, a observarle y después discreta­mente en el grupo escucha y observa atentamente a su Hijo. El antes niño se va convirtiendo en su maestro, lo imita, aprende a orar con él, a amar, a ser abierta, a vivir para los demás. Supone un cambio muy profundo en su personalidad, el paso del Dios judío al Dios Padre. María aparece sólo en silencio, acompañando a sus parientes en la búsqueda de Jesús. Deja partir a su hijo para que realice su propia vida y su misión. Son contadas las alusiones en el Evangelio a la presencia de la Madre de Jesús durante su vida pública de apostolado y evangelización. El alejamiento del Hijo empeñado en el anuncio es como una continuada reiteración de la dolorosa experiencia sufrida por María cuando a la edad de 12 años Jesús se queda en Jerusalén «ocupado en las cosas que pertenecían a su Padre». Cristo predicando su palabra de redención por la cruz y María que vive intensamente en la soledad de su renuncia y donación, de sus sentimientos cada instante que de continuo los acerca a la hora cumbre del Calvario. La actuación y presencia de María en las dos únicas ocasiones en que se encuentra junto al Hijo a lo largo del ejercicio público de su ministerio. María aparece significativamente con presencia activa, llena de sentido durante las nupcias de Caná de Galilea y después en el decurso de la predicación de su Hijo en que proclama bienaventura­dos los que oían y guardaban la Palabra de Dios. Según el cuarto Evange­lio el ministerio público de Jesús se encuadra entre las nupcias de Caná y la crucifixión, dos escenas en las que María es interpela­da por Jesús con el nombre de «mujer», la cruz rubricará luego el alcance del sacrificio de la hora anunciada, cumbre de la vida de Jesús, ofrendada en presencia de la Madre que está allí en actitud oferente de colaborar al cumplimiento de la voluntad salvífica del Padre.

Dios te salve María… Oración: ¡María Madre de Dios y madre nuestra, enséñanos a aceptar la voluntad de Dios con el silencio con que dejaste marchar a tu Hijo que comenzaba su vida pública, ayúdanos a decirte que no estás sola, que te queremos, que venimos a contarte nuestras cosas, venimos para verte sonreír, porque necesitamos tu sonrisa para caminar alegres! Amén.

19º María conservaba todo en su interior opt

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